Siempre pensé que sería un día tan simple que no alcanzaría ni para una anécdota medianamente interesante. ¿A quién le apetece escuchar esos aburridos detalles? "El examinador era un poco seco", "me indicó que estacionara", bla, bla, bla.
Pero mi experiencia fue de todo menos insulsa (o cómo permitir que Murphy y sus puñeteras leyes se cuelen en tu jornada más determinante en la DGT).
Martes 4, última clase práctica.
Vaya, llego tarde al trabajo (todo sea por la causa). Ya recuperaré la hora de retraso (oops) pero al menos he tenido tiempo de solventar el problema de avituallamiento con una pulguita de atún y el último yogur que me queda en la nevera del curro. Frugal almuerzo en 10 minutos ¿suficiente? para aguantar el tirón hasta las diez de la noche, hora de salida, cuando de nuevo el estómago comienza a emitir un quejío gaditano, pero que no se haga ilusiones, que la cena será igual de frugal (mañana no quiero sorpresas desagradables). Y a la cama, que hay que amanecer despejada.
Miércoles 5, día de autos (perdón por el chiste fácil).
Y vaya si estoy despejada!! tan despejada como anoche (nótese que dije "a la cama", que no "a dormir"). Los ojos taaan abiertos como a las 2, a las 4... YO!! que soy de las que caen como un fardo en el sofá con la boca abierta a las once y media de la noche como una abuela! Pasé de la valeriana (total, no estaba nerviosa) y me pasó factura.
En fin, una ducha, un café con galletas y a salir escopetada a mi cita de las 6:20 h. en la puerta de la autoescuela (por Dios, si aún no han puesto las calles).
Y mi cuerpo comienza a rebelarse: unos gases impertinentes campan a sus anchas por mis intestinos. ¿Una pulguita + un yogur + un sandwich-york son capaces de ésto? Bueno, nada que un Aero-Red no solucione.
Afortunadamente, comienza la clase mi compañero conduciendo hasta Móstoles, así voy despertando mis 5 sentidos.
Pero de nuevo el cuerpo se rebela al parar a repostar: mi musculatura va por libre y unos inquietantes temblores recorren brazos y piernas. No tengo frío, pero es como una auténtica tiritona. Imposible conducir en estas condiciones, así que recurro al rescate farmacológico. Bendita química: 5 minutos y los temblores cesan. Sé que es imposible tanta rapidez, así que será el efecto placebo. Bendito sea igualmente.
Pero mi anatomía continúa dándome por saco (¿es que no va a parar nunca?!!). A los 40 minutos de la que con seguridad se ha convertido en la PEOR de mis 38 clases prácticas (según palabras del profe: "¿qué estás haciendo? no pareces tú"), mi espinilla derecha se tensa amenazando con joderme el examen. Primer y único tirón del aprendizaje, justo hoy, manda webs.
Por fin llega la hora. Tensa calma. Me examino la primera.
El examinador (tiene cara amigable, ufff, menos mal) sube al coche y, como por arte de magia desaparecen los agobios y comienza la conducción más condenadamente tranquila que jamás hubiera imaginado. Ni siquiera el puñetero sol que me ataca con furia los ojos en la línea del horizonte (desventaja evidente de examinarse a las 8.45, en pleno amanecer) puede fastidiar el momento...
Tan solo 15 min. me separan de mi codiciada L !!!!!!!!!!!!!!
Y como muestra de mi buena voluntad y regalo por haberos tragado tan pacientemente todo este rollo, aquí va un vídeo que grabó la autoescuela hace un par de semanas. Es un anuncio para la web y la página del Facebook, y para el que muy a mi pesar (odio las cámaras) me dejé liar. ¿Dónde está Wally? :)))
Ale, ya podéis reiros a mi costa, ja, ja.
.
.
.