viernes, 10 de agosto de 2012

FLORENCIA BURGUESA

Viendo los palazzi florentinos uno se da cuenta del pasado glorioso que tuvo la urbe y se sospecha el peso político que pudo ostentar en el medievo. Edificios recios, discretos pero contundentes y multitud de edificios nobiliarios de proporciones nada discretas.

Siempre hubo clases, y si comenzamos la casa por el tejado, ahí tenemos a los Médici en la punta del vértice. Su primer palacio (antes de subir como la espuma en la escala política) fue el de Medici-Riccardi construido para Cosme el Viejo en 1445, austero en sus formas (de acuerdo con el gusto renacentista), robusto y con el típico almohadillado en la fachada: símbolo de riqueza por la dificultad de su elaboración y su coste.
 En 1659 vendieron el inmueble a los Riccardi (que lo ampliaron y reformaron). Hoy es sede del gobierno provincial y del museo homónimo.

Las antiguas villas que los romanos construían como segunda residencia en el campo volvieron a ponerse de moda con los Médici, que se construyeron suntuosas residencias en las afueras de la ciudad, ampliando así considerablemente su patrimonio inmobiliario.

A mitad del Quattrocento, el banquero Pitti (amigo de Cosme el Viejo) encarga la edificación de un nuevo palazzo en el Oltrarno (literalmente, más allá del del Arno) que compita en grandiosidad con el Medici-Riccardi, adquiriendo también varias casas vecinas con el propósito de construir una enorma plaza que diese acceso al edificio.
Pero no consigue superarlo en tamaño y quedó inacabado por problemas financieros.
Y allí se instaló el granduque de la Toscana Cosme I en 1550 por expreso deseo de su esposa, Eleonora de Toledo, que deseaba una morada más regia y acorde con su condición.

Se amplió y se construyó el famoso corredor que les conectaba con el Palazzo Vecchio, atravesando los Uffizi y pasando por encima del Ponte Vechhio: el Corridoio Vasariano (construido por el arquitecto Giorgio Vasari).
De esta forma se podía desplazar con mayor seguridad y sin necesidad de escolta entre su trabajo en el palacio del gobierno y su casa, al tiempo que proporcionaba una vía de fuga en caso de revueltas. Y me encanta el modo tan "sutil" con que prohibió que el mercado de carnes que albergaba en aquella época el Ponte Vecchio finalizara su actividad: los malos olores molestaban al Duque al pasar, y en su lugar ordenó trasladar a los orfebres, que continúan vendiendo sus mercancías a día de hoy. Y al tiempo, para amenizar sus trayectos, decoró las paredes con decenas de cuadros de su colección: el recorrido, de 1 km, se puede visitar previa reserva, constituyendo en sí mismo una auténtica galería de arte.
Hubo un escollo que salvar al acercarse a la torre Manelli (construida para defender el puente) ya que la familia propietaria se negó a derribarla, de modo que hubo que bordearla:

Tras pasar el puente pasa junto a la iglesia de Santa Felicitá, con acceso directo a una balconada que se asoma hacia el interior del templo y desde la que la familia asistía a las celebraciones eucarísticas.
Cuanto menor contacto con la plebe, mejor.
Aquí se aprecia bastante bien el recorrido del Corridoio.
Hoy en día el Palazzo Pitti alberga la impresionante colección particular de la familia Médici en sus diversas galerías de arte y museo: la del Traje, de la Plata, los apartamentos ducales, ... y sus magníficos jardines (anfiteatro incluído donde agasajaban a la corte florentina con representaciones estivales).
Napoleón la convertiría en su residencia durante la ocupación de Italia.

Otro palacio a destacar es el Palazzo Strozzi:

La familia Strozzi fue exiliada por su oposición a los Médici pero, gracias a la fortuna amasada en la banca por Filippo Strozzi en Nápoles, regresaron 3 décadas después dispuestos a enfrentarse a sus rivales.
Durante años compraron y derribaron casas (15 en total) con la idea de construir el mayor palacio visto en la ciudad, superando en tamaño al de sus "enemigos": el anteriormente mencionado Médici-Riccardi (palacio que, visto lo visto, levantaba grandes suspicacias). Las dificultades económicas perpetuaron los trabajos a lo largo de 50 años, hasta que finalmente remataron el proyecto. Ni Filippo llegó a verlo ni la familia disfrutó de él, ya que Cosme I lo confiscó, para devolverlo 30 años después.


De su exterior destacan la bancada de piedra que recorre todo su perímetro y las portaantorchas y portabanderas en forma de dragón, junto a las enormes anillas para enganchar a los caballos(muchísimas más por toda la ciudad):

Como nota curiosa, otra placa de los Otto di Balia (de los que ya hablé en este post) recuerda la prohibición de vender frutas en la Plazza Strozzi, ya que los desperdicios generados molestaban a la familia.

Otro palacio imponente es el Spini-Feroni, actual sede de Salvatore Ferragamo (desde 1938), que en sus orígenes fue el más grande de Florencia. Inicialmente habitado por los Spini, vendieron la mitad al marqués de Feroni (de humilde cuna, que amasó fortuna gracias a -cómo no- la banca, pasando a formar parte de la política civil) para finalemente terminar por completo en manos de Feroni.

Y para terminar, un agradable descubrimiento: el palazzo Davanzati. Un museo que ya me quedé con muchas ganas de visitar entonces (increíble no haberme pasado por allí a lo largo de aquellos 6 meses) y que no pensaba dejar escapar en este viaje relámpago.
Alberga el Museo de la Casa Antigua Florentina y aunque no es muy conocido entre los turistas (especialmente para ese turismo de masas de consumo rápido) es altamente recomendable; muestra cómo vivía una familia burguesa de la época. Y no es caro.
Pero como me gustó tanto, creo que le voy a dedicar un post a él solito :))

4 comentarios:

chema dijo...

cuántos palacios antiguos, y qué bien los conservan. esas familias tan influyentes debían tener intimidado hasta al rey. más valía no enfrentarse con ellos...

Geno dijo...

Espectaculares tus dos posts sobre Florencia. De mi viaje allí hace chorrocientos años recuerdo sobre todo subir a la Cúpula de Brunelleschi, aquella escalera con taaantooos escalones, tan estrecha pero que vistas había arriba

Myriam dijo...

Ay... quiero ser un Médici y dedicarme a invertir en arte. Quiero esponsorizar a un modelo o algo... :)

anele dijo...

Sí, Chema, afortunademente están en pie y en perfecto estado. Y respecto al carácter litigante.... los toscanos siempre han sido uy guerreros. Lo de las damilias enfrentadas debía de estar a la orden del día. Había piques dentro de la ciudad y, por supuesto, con ciudades vecinas; las envidias entre Folrencia y Siena eran vos populi. Y recuerdo un precioso pueblo cercano a Siena, San Gimignano, donde las familias medían su categoría según quien se construyera la torre más alta: había decenas pero por fortuna hoy solo quedan unas 14. Siempre buscando aparentar más que el vecino :))

Gracias, Geno. Fíjate que yo subí a la cúpula y al campanario y no recuerdo el recorrido. Fue en la festividad de la ciudad, acceso gratuito, así que había que aprovechar (si no, me hubiera dejado una pasta en ver tantísimas cosas).

Es que así cualquiera ejerce de mecenas, Myriam, con esos fondos bancarios...