sábado, 28 de noviembre de 2009

PASEANDO MADRID


Me estoy reconciliando con mi ciudad y la voy redescubriendo a través de los paseos. Y cada vez la disfruto más en soledad, avanzando por donde la casualidad me guíe y sin el cargo de conciencia de agotar al acompañante de turno.


El viernes me apetecía acercarme al centro y el pretexto de una exposición a punto de clausurarse me ha brindado una tarde agotadora pero llena de sorpresas.


"Madrid,region inedita" ofrece una breve muestra de fotografías de la Comuidad de Madrid. Observando las spectaculares imágenes de Fernando Manso retocadas con la inestimable ayuda del Photoshop (sí, ¿y qué?) uno tiene la sensación de estar asomado a una ventana disfrutando de unas perspectivas como nunca ha tenido oportunidad de ver. Un relajante momento que de pronto se ve interrumpido por la típica cotorra que en lugar de recrearse con lo que tiene delante se dedica a retransmitir en voz alta todos sus pensamientos a un volumen nada desdeñable. Igual que me pasó en la de Sorolla. ¿Me persiguen o es que se reproducen? Pongo pies en polvorosa y aprieto el paso.
De todas, me quedo con la del Palacio de Cristal, que le mantuvo 18 días al acecho hasta dar con la luz ideal.

Antes de continuar el paseo, breve parada en La Mallorquina (hacía años que no me comía una bamba de nata). Y una visita a una tienda que hace unos meses me llamó la atención: La Cure Gourmande. Su decoración invita a entrar y dejarse llevar por la tentación de comprar las olivas de chocolate (rellenas de cacahuete, buenísimas), los bombones o la infinidad de galletas del mostrador central (de anís, con canela, rellenas de fresa, de chocolate...). Huele de maravilla.


Y junto a la entrada, un "tocador de copas" reproduciendo con increíble maestría el "Yesterday" de Los Beatles. Sorprendente.

Y en medio de la Puerta del Sol, el abeto eléctrico de estas navidades es el centro de todas las miradas (diseño de Agatha Ruiz de la Prada). Con la novedad de que uno puede entrar y, mirando al cielo, contemplar la curiosa imagen que ofrece su cúspide vista desde abajo. Realmente bonito.

Frente al Corte Inglés un músico pretencioso de una banda pretende "reventarme" la foto de la fachada. En medio de la actuación me mira enfadado y me señala las monedas instándome a que contribuya, levantando la mano para tapar mi objetivo. Le contesto igualmente airada que no le estoy fotografiando a él sino a las luces navideñas, y le ofrezco una sonrisa burlona. La calle es de todos y si le molesta ser fotografiado que dé sus recitales en un reciento privado.

Subiendo por Preciados me topo con una tienda nueva, Tierra, que llama mi atención. Es muy pequeña pero está atestada de gente. Un grupo de artesanos canarios que realizan bisutería, broches, llaveros... confeccionados en cuero. Flores de diversos tamaños y formas que suponen un excelente descubrimiento de cara a los regalos navideños. Y a buen precio.
Y finalmente en Callao me recibe un coro navideño cantando a capella, Vocal Street Singers. El ayuntamiento ha organizado una serie de recitales callejeros en la plaza para animar la Navidad.
Algo que contrasta con la pista de patinaje instalada a escasos metros; se agradece que en tiempos de crisis no derrochen el dinero en costosos mantenimientos de temperatura para una pista de hielo al aire libre, pero instalar una pista con suelo de ¿sintasol? me parece un poco cutre; aunque sea obvio que es para los niños. Mejor no poner nada.
Por fin a las castañeras de la plaza les han instalado unas casetas uniformes; estéticamente podrían haber "afinado" un poco más, pero al menos estarán más resguardadas. Me tienta la idea de comprarme un cucurucho, pero es tarde y estoy agotada después de 6 horas de trabajo en pie más las 4 de paseo.
Toca retirada.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Y AUN DICEN QUE EL PESCADO ES CARO

Emulando a Sorolla, porque la frase viene que ni pintada.
Hoy por fin la tripulación del Alakrana regresa a salvo a casa.

lunes, 16 de noviembre de 2009

DE MERIENDAS Y COMPRAS JAPONESAS

Este post, que anda dando tumbos desde Septiembre, por fin ha conseguido hacerse un hueco en esta libreta. Tras muchas tribulaciones y fallidos intentos conseguí arrancarle al primo J. unos minutos de su tiempo y pusimos rumbo a Chueca en compañía de mi costillo.

Y llegamos a Gion, un pequeño rincón de Japón trasplantado en Augusto Figueroa (aunque recientemente trasladado a la cercana c/ Barquillo, a un local más grande, ergo, más cosas para dejarse tentar). Una tienda regentada por un japonés casado con una española, un tipo simpatiquísimo (Masa, si mal no recuerdo) con un gran sentido del humor y un dominio del castellano (tacos incluidos) que todavía me arranca una sonrisa al recordarlo.

Masa viaja de vez en cuando a Japón para traerse nuevo material, de modo que la tienda se recicla constantemente, ofreciendo pequeños detalles (figuritas, marcapáginas, "charms" para colgar del móvil, taaaaaaan populares entre los nipones), objetos tradicionales (algunos antiguos) como teteras, armaritos y yukatas (la versión barata de los kimonos) de algodón.
J. aprovechó para comprar unos tabi para sus clases de iaido (los típicos calcetines con el dedo saparado), mi costillo se compró un pañuelo y yo me quedé con las ganas de traerme un precioso yukata corto (me dió cargo de conciencia traérmelo para tenerlo aparcado en el armario).
Ví que también tiene algunas kokeshi modernas e incluso de las antiguas. Son unas muñecas tradicionales elaboradas en madera, sin brazos ni piernas, con un diseño muy sencillo parecido a un bolo. Al parecer se remontan a la era Edo (1600-1868) y era costumbre regalarlas a los clientes de los antiguos balnearios.
De momento me conformo con admirar la que le traje a mi madre esta primavera desde Japón.

Si pincháis en el nombre de la tienda (más arriba) veréis la variedad de artículos que tienen. Espero que les vaya muy bien con la expansión del negocio. Y aprovecharé para visitarles dentro de unas semanas a la búsqueda de algún detalle curioso para regalar en Navidades.

Una vez finalizadas las compras tocaba mimar al estómago pues se acercaba la hora de la merienda. Hay un lugar que tenía ganas de conocer y no quedaba lejos, así que nos acercamos a Le Pain Quotidien.

Se trata de una cadena de cafetería-pastelería-panadería originaria de Bélgica y expandida por medio mundo (Australia, Bahrain, Canada, Francia, Alemania, USA...). Alain aprendió el oficio de su abuela y años más tarde se embarcó en el negocio. Panes tradicionales y contundentes, como los de antaño.

Sus locales se caracterizan por invitar al relax, suelos y mesas de madera sin tratar y el sello de la casa es la enorme mesa comunal que protagoniza el espacio central del comedor, algo que gusta mucho en centroeuropa pero que en España no termina de convencer (en las 2 ocasiones en que he estado allí comprobé como se van ocupando primero todas las mesas de alrededor).

Ofrecen desayunos y meriendas (bollos, bizcochos, y yogur y fruta para los que no sucumban a la gula) así como cenas y comidas ligeras a base de sopas, ensaladas y algunas verduras. En su contra, los precios algo elevados y la escasez de algunas raciones; a su favor, la calidad de los productos y el encanto del lugar. Siento decir que el servicio se resiente también de falta de dinamismo.

Resulta difícil escoger. Mi elección fue un pan de cereales y nueces, que se sirve acompañado de mermeladas (de fresa y ruibarbo-buenísima, con un sabor que me resultó familiar pero que no alcancé a reconocer) y crema de nocilla (estupenda). A discreción. Y un generoso tazón de café capuccino con mucha espuma.


Aquí J. disfrutando de su té helado:


Cuando comenzó a oscurecer bajaron las luces y repartieron candelas por las mesas, creando un ambiente realmente acogedor.

Cuentan también con un mostrador anexo donde poder comprar los bollos, tartines, panes y mermeladas para disfrutar de la merienda en casa.

Pero no es lo mismo.

lunes, 9 de noviembre de 2009

HISTORIAS DEL MURO

Existen miles de historias nacidas bajo la sombra de aquellos 120 km de hormigón que mantuvieron divida una ciudad y un país entero; una separación que se prolongó durante 28 largos años.
La divergencia de opiniones entre los aliados occidentales y los soviéticos a la hora de reorganizar la política de Alemania desembocó en la constitución de la Rep. Federal y la Rep. Democrática en 1949; la creciente tensión política provocó el incremento de los controles fronterizos.
Nunca entendí por qué las diferencias políticas se enervaron hasta el punto de conducir a una división tan drástica y repentina: el Muro surgió de la noche a la mañana. Ahora entiendo que no fue más que un "muro de contención" construido por una alemania oriental que veía con estupor cómo su república se desmoronaba ante la continua migración que amenazaba con despoblar al país. Había que evitar la fuga de cerebros y de mano de obra a toda costa. Aún a costa de separar familias enteras, padres, hijos y hermanos.

Primero aparecieron las vallas de alambre de espino el 13 de agosto de 1961 mientras se iba levantando el muro. Complementaron la barrera con fosos, barreras antitanque, alarmas de contacto, torres de vigilancia e incluso minas, y estaba constantemente vigilada por centinelas y perros policía.

El primer desertor fue un joven de 18 años: el soldado Conrad Schumann servía como centinela aquel 15 de agosto junto a la alambrada. Un oportuno disparo (fotográfico) inmortalizó su "salto" hacia la libertad aprovechando un descuido. La fotografía dió la vuelta al mundo:

Muchas casa ubicadas en el lado oriental con fachadas en el límite fronterizo occidental fueron testigos de numerosas fugas. Los bomberos de Berlín occidental se implicaron a fondo: desde esas casas aquellos deseosos de huir arrojaban papeles a la calle con el nº de la calle, el piso, la ventana y la hora de escape. A la hora señalada y tras tirar sus pertenencias por la ventana se arrojaban al vacío sobre las redes que los bomberos sujetaban.
Por ello se tapiaron muchas ventanas y portales, obligando en algunos casos a los vecinos a acceder al edificio por el patio trasero.

Los soldados recibieron la orden de evitar las huidas a toda costa, disparando a matar si fuera necesario.

La falta de libertad y la constante vigilancia de la Stasi agudizó el ingenio y surgieron miles de ideas de fuga.

Unos lo intentaban por mar o por vía fluvial, como Ingo Bethke, que protagonizó una arriesgada huida por el río Elba sorteando sus fuertes corrientes en mayo de 1975 a bordo de una colchoneta hinchable. Otros se decantaron por el aire, como los Strelzyk: durante meses costruyeron un globo con ayuda de sábanas y cortinas. A 2500 m de altitud el desgarro de una costura precipitó un aterrizaje forzoso. Con la angustia de no saber en qué lado habían ido a parar exploraron el terreno mientras sus hijos permanecían ocultos. Afortunademente estaban en la RFA.

El muro también sufrió la embestida de camiones pesados en varias ocasiones. Aunque más espectacular fue la evasión de 57 personas a través de un túnel subterráneo excavado a lo largo de 6 meses por familiares y amigos desde el lado occidental.
Hubo quien se deslizó por cuerdas tendidas desde casas "orientales" tensadas por familiares desde el lado "occidental". O se ataban debajo de los vehículos que circulaban a través de los pasos fronterizos. O a la vista de todos, como 4 hombres vestidos con uniformes soviéticos que habían sido confeccionados por sus esposas.

Pero no todas las historias de fugas tuvieron un fina feliz. Se cree que cerca de 200 personas perdieron a vida en el intento y muchas otras fueron heridas. El último en cerrar tan macabra lista fue Chris Gueffroy, de 20 años, que fue asesinado en un fallido intento de fuga tan solo 9 meses antes de la caída del muro.

La apertura de la frontera húngara en septiembre de 1989 acentuó la huida de los alemanes hacia occidente; cerca de 20000 provecharon sus vacaciones en Hungría para escapar hacia la Alemania Federal, siendo acogidos en gimnasios y albergues. Debían atravesar Austria, que colaboró facilitando la libre circulación.

Pronto miles de personas solicitaron asilo político en la embajada de la RFA en Varsovia, que se vió desbordada; gracias a las negociaciones consiguió evacuarlos en trenes especiales que atravesaron la RDA.

Todo ello precipitó la apertura del muro el 9 de noviembre de 1989.

Aquella noche puso fin a años de delación, de estrecha vigilancia a manos de la Stasi, de escuchas telefónicas, de privaciones y de separaciones. Miles de berlineses del este acudieron en masa alentados por las noticias que recibían a través de la radio y tv, atravesando emocionados las puertas, por fin abiertas, mientras los soldados sellaban sus pasaportes, invalidándolos de esta forma e imposibilitando su regreso. Poco sospechaban que no serviría de nada.

Todos recordamos aquellas imágenes de los ciudadanos entregados a la demolición con los medios que encontraban a su alcance. Por fin caía el "muro de la vergüenza".

viernes, 6 de noviembre de 2009

TIEMPO DE CASTAÑAS

Si hay algo que me gusta del otoño y del comienzo del frío es que algunas calles empiezan a poblarse de puestos de castañas asadas.
Con la llegada del frío a la ciudad pronto comenzarán a verse las primeras castañeras faenando en sus casetas, removiendo los frutos sobre los rescoldos de los carbones y ahumando las esquinas con ese aroma tan particular que me remonta a mi niñez, cuando la yaya o mamá me compraban media docena.
Ya desde el primer instante comenzabas a disfrutar el ritual en el momento en que tus manos heladas se aferraban al cucurucho de papel, sólo unos minutos antes de arrancarte los guantes a toda prisa para empezar a disfrutar del banquete.
Cierro los ojos y casi puedo olerlo...

lunes, 2 de noviembre de 2009

MÁSCARAS VENECIANAS

Desde el verano tengo pendiente este post, así que ya va siendo hora de colgar las fotos, a pesar de que una de ellas está inacabada.

En una de mis visitas a Venecia en el 2001 me enamoré de las marionetas y de las máscaras que abarrotaban los escaparates. Claro que yo entonces era una pobre becaria que prefería destinar el escaso dinero del que disponía en realizar viajes por la geografía italiana en lugar de sucumbir a las tentadoras compras con las que tropezaba a cada paso. Caras, muy caras me parecieron entonces. Pero mis ojos se iluminaron cuando descubrí que los artesanos también vendían los moldes de las máscaras en blanco, para rematar a gusto del comprador manitas.
Una oportunidad única de colmar mi capricho sin acabar en bancarrota. Habría que intentarlo.
Dos "colombinas" y un "nasone" (que alguien me corrija si me equivoco en los nombres) y unas cuantas fotos de los escaparates para tener documentación gráfica que me orientara a posteriori.

Para la primera me decantaría por una base craquelada (que envejece la pieza dándole un acabado que reproduce las finas grietas que se forman en los lienzos y lozas antiguas) rematado con unas tiras bordadas pintadas en plata y unos cristalitos; y para la segunda intentaría el acabado imitando a cuero, oscureciendo las zonas que más sobresalen para darleun aspecto "manoseado".
Pero las máscaras acabaron en el fondo de un armario; nunca terminaba de "atreverme" a meterles mano.
Ocho años después por fin las he rescatado del olvido y les he dado una oportunidad. Este ha sido el resultado (a falta de unas piedrecitas de remate para la colombina):