sábado, 30 de mayo de 2009

KYOTO (2º día-mañana)

Martes, 19 Mayo.

El hotel dispone de 3 restaurantes a elegir para desayunar y optamos por el de la planta baja. Hay buffet libre occidental y japonés (tofu rebozado, minihuevos escalfados, gambas rebozadas, arroz, fideos, sopa... es la primera vez que tomo pescado para desayunar; está frito, con poca grasa y en porciones pequeñas para poder comerlo con palillos) . Está todo buenísimo.

A las 8:45 nos reunimos con Mineko en el hall y salimos a visitar la destilería de sake. Nos descalzamos y nos ponemos las zapatillas de goma (increíble, jamás encontraré eso en una bodega española), el gorrito y la bata. El Sr. Tanaka-san nos explica con detalle el procedimiento de fabricación: el lavado de los granos de arroz, el proceso de fermentación,... nos invita a probar los granos en las distintas fases para ir apreciando cómo cambia la textura y se acidifica. Tras ser lavado y cocido el arroz se extiende en unas telas de arpillera donde se va volteando manualmente

y después reposará en un lecho dentro de unas salas a una Tª determinada (nos deja pasar porque somos pocos; hace mucho calor).
Finaliza la visita con una degustación de sake; está bueno, nada que ver con el que he probado en España, así que pasamos a la tienda a comprar un par de botellas pequeñas (no queremos arriesgarnos a pasarnos con el peso del equipaje).

Seguimos camino hasta la siguiente visita.
Olvidé mencionar algo que me llamó mucho la atención ayer: cuando nos dirigíamos hacia la escuela de la ceremonia del té, Mineko llamó por teléfono a la maestra y al despedirse ¡¡ le hizo una reverencia antes de colgar !! Aquí es cortés lo de las reverencias, tanto al saludar como al despedirse (costumbre que hemos adoptado porque da gusto corresponder a tanta cortesía en igual medida) pero lo que nunca imaginé es que también lo hicieran cuando hablan por teléfono, aunque no se les vea (no dejan de sorprenderme).


Cogemos el autobús a Nara.
Japón tuvo varias capitales, ya que según la tradición sintoísta se establecía el traslado de la misma a la muerte de cada emperador, costumbre que se abandonó bajo la influencia del budismo. Se decide entonces establecer una capital permanente, honor que recae en Nara, constituyéndose así como la 1º capital de Japón (año 710).
75 años más tarde se trasladaría a Kyoto para alejarla del alcance del poderoso y ambicioso clero de Nara.
La cuadrícula de sus calles es de clara influencia china.
Su principal interés reside en el extenso parque (Nara-koen) que ocupa gran parte de la zona este y que alberga más de 1000 ciervos que campan a sus anchas por doquier. En la época previa al budismo se les consideraba mensajeros de los dioses y hoy en día son reconocidos como un tesoro nacional. A la entrada del parque vimos un cartel donde viene a decir algo así como que no se moleste a los ciervos y también comenta que la principal causa de muerte es el atropello. En Japón les encantan los letreros, abundan por todas partes, siempre con curiosos dibujitos (en unos baños encontré un cartel explicando cuál era la forma correcta de lavarse las manos, ¡¡oops!!)
Compramos las típicas obleas que venden en el parque para dar de comer a los ciervos. No hace falta acercarse a ellos: en cuanto te ven con ellas en la mano se lanzan "al ataque" empujándote con el morro para llamar tu atención. Todo vale con tal de ganarse un exquisito bocado, hasta los mordiscos: me dieron 2 en la tripa y en la pierna y a otra turista le mordieron el culo !! Menos mal que no hacen daño. Fue divertido, pero ahora me explico por qué los más pequeños huyen despavoridos cuando les ven acercarse, ja, ja.


El parque está salpicado de templos y museos. El más importante es el templo de Todai-ji al que se accede a través de una puerta custodiada por 2 guardianes esculpidos en madera de 9 m. de altura.


Nos encontramos ante el edificio de madera más grande del mundo, aunque se trata (cómo no) de una reconstrucción algo más pequeña (2/3 del tamaño del original, ¡¡uff!!).


En suinterior alberga al Gran Buda (Daibutsu), nombre bastante acertado porque se trata de una de las mayores figuras de bronce que existen (es hueco, mide 16 m. de altura y pesa unas 437 toneladas de bronce). Sentado sobre mil pétalos, representa al Dios del Sol y según nos contó Mineko, para esculpir su rostro se inspiraron en el varón más guapo de la época Kamakura (vaya usted a saber).


En la parte posterior hay una curiosa columna con un agujero en la base (se dice que tiene el tamaño de un orificio nasal del Buda) y según la creencia popular, quien lo atraviesa alcanzará la iluminación.

Confieso que me hubiera encantado pasar pero la interminable cola de niños me hizo desistir. Lo dejo para el próximo viaje : )
La verdad es que en todas las visitas hemos coincidido con infinidad de visitas escolares, miles de colegiales uniformados colapsándolo todo. Uniformes marineros, escoceses, con chaqueta mao,... y zapatillas deportivas (ni uno solo con zapatos).


Mineko nos pidió 1000 yenes (unos 7 €): pensó que sería un bonito recuerdo escribir nuestros nombres en una de las tejas que se irán reutilizando en el tejado.

Terminada la visita nos dirigimos al santuario Kasuga Taisha, fundado por la familia Fujiwara y enclavado en una colina.

Sus caminos están salpicados por miles de faroles de piedra donados como ofrenda por los fieles. Las velas sólo se encienden una vez al año (quién pudiera verlo). Lo dejaremos también para la próxima visita : )
Es ahí donde reside el interés del lugar: en el entorno más que en el santuario en sí. Precioso.

Y regresamos a Kyoto.
Aquí nos despedimos de la simpática Mineko; terminan sus servicios. Ha sido una guía estupenda.
Son las 3 de la tarde así que buscaremos algo rápido para comer antes de aventurarnos solos por 1º vez en las calles de Kyoto.

viernes, 29 de mayo de 2009

LA RELIGIÓN EN JAPÓN

Me apetecía escribir este post porque la religión en Japón tiene muchos matices que a ojos de un occidental resultan muy curiosos y, en mi opinión, más cargada de simbología que las religiones europeas.
No soy ninguna experta en el tema, así que reseñaré algunas de las cosas que he visto y que me han explicado, sin ánimo de dar ninguna clase magistral sobre el tema.
El sintoísmo es la religión original, aunque no sea exactamente una religión ni tiene fundador, sino más bien un culto a las fuerzas de la naturaleza, donde cada una de ellas es representada por un dios (kami). Ni siquiera tenía nombre hasta que llegó el budismo y es entonces cuando hubo que asignarle uno para distinguirlas.
El budismo se "importó" hacia el siglo VII, procedente de la India a través de China y Corea, coexistiendo pacíficamente con el shinto excepto durante la 2ª Guerra Mundial, en que el budismo fue prohibido por proceder del extranjero. Se entiende más como un estilo de vida que como una religión ya que, estrictamente hablando, carece de dioses, aunque a Buda se le acabara adorando como a un dios.


Una forma de distinguir un templo budista de un santuario sintoísta es por su entrada: en el santuario siempre nos da la bienvenida una torii (puerta) que marca la separación entre la zona sagrada y no sagrada. Está formada por dos columnas verticales (ver imagen superior) unidas en lo alto por dos travesaños. Las hay en madera virgen aunque normalmente están pintadas en rojo.
En los templos la entrada consta de varios pilares unidos por un tejado escalonado y
normalmente en su interior está flanqueada por 2 vigilantes, encargados de proteger el templo y a sus fieles.


Tras la entrada del santuario encontraremos una fuente donde los fieles deben purificarse (ver post anterior) recogiendo agua con el cucharón y enjuagando las manos (1º la izquierda, luego la derecha) y finalmente la boca (que se escupirá fuera de la fuente). Se accede después al vestíbulo de oración (frente al principal), se echa una moneda en la caja de ofrendas y se toca el gong con la gruesa cuerda que cuelga de él para convocar al dios. Se reza, se dan dos palmadas, se hace una reverencia y se abandona el santuario.

Hay muchas ofrendas, principalmente barriles y botellas de sake entregadas por empresas y bodegas que piden por la prosperidad de sus negocios.

Tras la entrada de los templos budistas hay inciensarios donde (previa entrega de un donativo) los fieles clavan los palillos perfumados y se purifican con el humo del incienso, atrayéndolo hacia sí y frotándolo en las zonas aquejadas de algún mal.


Como he reseñado al principio, tanto en unos como en otros hay multitud de simbolismos y tradiciones, ofrendas, amuletos... como las tablillas con el nombre de los particulares que hacen sus donaciones:


o los papelillos de la suerte: se escoge un papel (previo donativo monetario, claro) donde está escrita tu suerte; muy buena, normal, regular o mala. En este último caso se dobla y se cuelga de los cordeles para que los dioses se la lleven lejos.


Otra opción es comprar las típicas tablillas (ema) , escribir tu deseo y colgarla bajo el árbol sagrado para que el dios del templo pueda leerla y cumpla tu deseo.

Y abundan los amuletos. Originalmente sintoístas, el budismo acabó adoptándolos también, y hoy es posible comprarlos en cualquiera de los dos. Por un lado está el omamori (creo que significa "proteccion"), pequeños trozos de papel o tela con el nombre del dios protector para la ocasión (estudios, amor, salud, accidentes en carretera...) junto con una oración, que están introducidas en unas bolsitas de tela con el nombre del templo por un lado y del dios por el otro. Se cuelgan del cuello, del espejo retrovisor, del móvil, de las carteras escolares... Nunca hay que abrir la bolsita (rompería la protección) y dura para siempre, aunque hay quien prefiere cambiarlo a menudo; en ese caso hay que quemar el antiguo hasta destruirlo por completo.


Son tan populares entre los adolescentes y niños que incluso pueden encontrarse con la imagen de la embajadora del Japón por excelencia: Hello Kitty.


El otro tipo de amuleto en el ofuda, en forma de tablilla de madera o de tira de papel, que se emplea para proteger el hogar. Lleva escrito el nombre del dios y una oración para atraerle, a veces con sellos estampados que representan a la deidad. Son caligrafías muy bonitas.
Éste nos lo entregaron junto con la entrada del Templo Dorado (ver post anterior):

Y otra de nuestras adquisiciones fue un rosario budista. Se usan, al igual que los nuestros, para contar oraciones sagradas o mantras. Suelen tener 108 cuentas (resultado de multiplicar las 12 casas astrológicas por los 9 planetas del sistema solar) aunque los de muñeca tienen 22 o 27.
Ambas religiones coexisten por igual y si bien hay japoneses sintoístas o budistas, hay gran número de ellos que son fieles a ambas religiones.
A diferencias de la nuestra, su relación con ellas, en lugar del rezo, se traduce principalemente en comprobar qué suerte se va a tener y en acudir a realizar peticiones. Una actitud bastante más práctica y que deja menos margen para el fanatismo, según mi opinión.

miércoles, 27 de mayo de 2009

KYOTO (1º día)


El Hotel New Miyako está justo enfrente de la estación central de Kyoto, un gigantesco edificio de más de 10 plantas formado por 2 secciones (norte y sur) formando un complejo de 470 m de largo, siendo así la estación más larga de Japón. Construido en acero y cristal, el edificio alberga tiendas, pastelerías, restaurantes, cafeterías e incluso unos grandes almacenes (Isetan).
En la planta de calle confluyen la estacion de metro y de tren.
Una base de operaciones ideal porque aparte de estar bien comunicados tenemos a mano infinidad de sitios para cenar cerca del hotel.

Después de dejar las maletas en el hotel, cruzamos a la estación para comer antes de empezar las visitas. Mineko nos llevó a un restaurante occidental porque al ser el 1º día no quería arriesgarse con comida japonesa. Tuvimos que esperar un ratito; aquí es muy típico encontrar varias sillas a la entrada de los restaurantes para esperar sentado a que te preparen la mesa (supongo que porque con tanta gente siempre suelen estar llenos y a las horas convencionales es de lo más normal tener que hacer cola). En cuanto te sientan te traen una toallita húmeda (fría o caliente) para limpiarte las manos. A veces son toallitas de felpa pero cada vez está más extendido el uso de las industriales que vienen envueltas en plástico (pero nada que ver con las de los aviones, éstas son más grandes). Lo primero que te sirven es un vaso de agua con hielo (absolutamente en todos los restaurantes, lo pidas o no). Y al terminar te ofrecen té (siempre gratis), cómo no.
Les vuelve locos el té, lo toman a todas horas y es tan acusada su adicción que a todo le dan ese sabor: hay helado de té, chocolate, bizcochos, galletas, ...

Visita obligada al cuarto de baño antes de emprender la marcha; mi primera sorpresa: un TOTO en un baño público!! (TOTO es el ROCA japonés, ese famoso inodoro eléctrico calefactado y con chorrito de agua y aire). Sé que aquí lo tienen en todas las casas, pero no esperaba encontrarlos en una estación de tren.
Lo curioso es que en los baños públicos los de las señoras tienen un botón "extra" muy curioso. Al parecer a las japonesas les da apuro hacer ruido de modo que muchas de ellas tiraban de la cadena para amortiguar ciertos sonidos y observando que se producía un gasto de agua enorme optaron por incorporar un botón que reproduce el sonido de la cisterna con el fin de reducir el gasto de agua innecesario. Por cierto, un diez para los baños públicos: están por todas partes, en todas las tiendas medianamente grandes, en todas las estaciones de tren y están limpísimos.

Y por fin cogemos el bus hacia el Templo Dorado o Kinkaku-ji.



Fue construido por un shogun como palacete de descanso y posteriormente transformado en templo budista. Sus dos plantas superiores están cubiertas de láminas de oro y el interior de una de ellas tiene el suelo lacado (lástima no poder verlo). En 1950 fue incendiado por un monje con las facultades mentales alteradas así que hubo que reconstruirlo entero. El monje fue recluido en prisión y su madre terminó suicidándose abrumada por la vergüenza.
De todas formas es algo muy frecuente en Japón: casi todos los monumentos, templos, etc, son reconstrucciones de los originales, que al ser de madera han sufrido incendios o fueron totalmente destruidos durante la 2º Guerra Mundial.
Alrededor del templo se extiende un precioso jardín japonés. En días calmados en los que no corre aire, las aguas del estanque están tan quietas que el palacio se refleja en ellas como si fuera un espejo, ofreciendo una imagen de postal. ( No fue nuestro caso).

Después visitamos el santuario sintoista (en otro post hablaré de las 2 religiones coexistentes en Japón) de Kitano-tenmangu.
Está consagrado al estudio, pues se construyó en honor a Michizane Sugawara, hijo de una humilde familia que por su inteligencia y estudio llegó a ser ministro. Víctima de las envidias y conspiraciones, fue exiliado lejos de Kyoto. Tras su muerte se sucedieron varios desastres naturales que achacaron a su espíritu enfadado, de modo que construyeron el santuario para aplacar su ira.
Hoy es visitado por los estudiantes para pedirle suerte en los exámenes. A la entrada de los santuarios sintoistas siempre hay fuentes para purificarse antes de entrar a rezar. Con ayuda de los cacillos se lava primero la mano izquierda, luego la derecha y por último se enjuaga la boca.

Los estudiantes y demás fieles escriben luego sus deseos en unas tablillas de madera (ema) que colgarán en unos ganchos para que el espíritu de Sugawara lea sus plegarias.
Otra de las costumbres consiste en sacar al azar unos papelillos donde está escrita tu suerte. Puede ser muy buena, regular o mala. En el último caso se doblan los papelillos y se atan con un nudo en unos cordones para que los dioses se lleven lejos tu mala suerte.
Al parecer aquí salía bastante mala suerte, así que mejor no coger nigún papelillo, je, je.
Hay muchos tipos de ofrendas al santuario; muchas empresas y hombres de negocio ofrecen barriles de sake para obtener suerte en los negocios. En la foto se aprecian las pilas de barriles que suele haber en los santuarios.

Y llegó el turno de la ceremonia del té. Mineko nos llevó a una escuela donde nos hicieron una versión resumida (la ceremonia completa puede durar más de una hora) del sadó.
Después de descalzarnos en la entrada (es importantísimo ir bien surtido de calcetines en la maleta, porque hay que descalzarse en muchos sitios) pasamos al tatami donde nos ofrecieron el té y nos explicaron el proceso, a grandes rasgos. En este caso comenzó los preparativos un alumno (hay muy pocos chicos intresados en aprender la ceremonia) y prosiguió la maestra.
Es todo muy ceremonioso y protocolario (hay estudiantes que llevan más de 10 años y siguen sin dominarlo por completo). Cada movimiento, cada gesto, cada paso al entrar y salir de la sala, está perfectamente estudiado. Lo normal es sentarse sobre las pantorrillas pero ni siquiera muchos japoneses aguantan sentados así mucho tiempo, así que nos dieron permiso para sentarnos como quisiéramos (doy fe de que es imposible aguantar así sentado mucho tiempo).
Comenzaron sirviéndonos los dulces (encima de un papelillo), para matizar un poco el sabor del té después y que no se note tan fuerte.
En un rincón de la habitación hay un espacio (tokonoma) donde se coloca una caligrafía y un arreglo floral, que cambia según la estación del año. Como ya hemos visto en el cine, el cuenco se gira varias veces para ofrecerlo "de cara" a nuestro invitado, quien a su vez nos lo devolverá del mismo modo después de beber el té en 3 sorbos (¡ imposible ! ¡¡ estaba hirviendo !!).
Me sorprendió su sabor porque no me gusta demasiado el té, y sabía que aquí lo toman sin azúcar, pero no tiene nada que ver con el inglés, éste es mucho más suave. (De hecho, el último día en el aeropuerto aproveché para traerme 2 botecitos de té, porque imagino que aquí será imposible de encontrar).
Me encantó la maestra, muy risueña, dándonos todo tipo de explicaciones que Mineko se encargaba de ir traduciendo. Fue bastante distendido. Y al terminar la ronda me ofreció participar y me enseñó a preparar y ofrecer una taza de té. Sé que cometí un error tras otro, pero fue divertido porque no me lo esperaba. Así que ahí estaba yo, con la espátula de bambú y la escobilla batiendo el matcha:
A la salida nos pidieron que firmáramos con los típicos pinceles y la tinta china en un libro y nos regalaron unas grullas de origami (papiroflexia) fabricadas en los típicos papeles japoneses (washi) que son muy vistosos. Es un tipo de papel fino pero muy resistente y se fabrica siempre a mano.
Y después hemos bajado dando un paseo hasta el famoso barrio de Gion, mundialmente conocido por sus geishas. Mantiene el ambiente de la era Edo porque al parecer fue la única ciudad que respetaron los bombarderos norteamericanos. Da la sensación de que estás en la época medieval japonesa, con sus casas de madera, las puertas correderas con los paneles de papel de arroz,...
En el barrio hay muchos restaurantes y bastantes casas de té donde acuden las geishas a entretener a los clientes con su conversación, sus bailes y poemas o tocando el shamishen (el típico instrumento de cuerda de las geishas).
Tuvimos la inmensa suerte de encontrarnos de frente con una maiko, ya que normalmente aprietan el paso cuando ven a los turistas y se giran para que no les hagan fotos (las pobres deben de estar hartas), pero esta pobre no tuvo escapatoria, así que pudimos admirar de cerca el kimono, el maquillaje, ... e inmortalizarla con nuestras cámaras.
Las maiko son las aprendizas de geisha y llevan espectaculares kimonos de seda, de colores muy vistosos, con un elaborado maquillaje (que revela su año de estudio según tengan pintados en rojo ambos labios o sólo uno) y peinado (hoy en día creo que se les permite llevar peluca a las maiko más veteranas). Fue increible porque por muy acostumbrados que estemos a verlas en el cine y tv, se hace tan extraño obsevarlas de cerca con esos trajes tan llamativos en las calles de una ciudad moderna... es un poco surrealista.
Las geishas, sin embargo, van maquilladas "a la occidental" (no llevan maquillaje blanco), los colores de sus kimonos son más discretos y llevan el obi (cinturón) corto. De modo que deben ser más difíciles de distinguir del resto de japonesas que vayan vestidas al modo tradicional.
Al menos es la versión que yo tengo.
También vimos a una chica vestida en kimono, impecablemente peinada y maquillada (¿dónde aprenderán? yo quiero ir a esa escuela!!) esperando en una esquina móvil en mano, así que no pude resistirme a hacerle una foto robada. La tradición más pura y la tecnología, de la mano.

Paseamos un rato por las calles de Gion en una hora en que ya se empezaban a encender los farolillos, dándole un aspecto de película de Kurosawa.


De nuevo al bus 206 de regreso al hotel, a recoger las maletas y hacer el check-in, comprar unos sandwiches para cenar (no teníamos cuerpo para buscar restaurante) y caer rendidos en la cama (por fin!! hace algo más de 30 horas que me levanté de mi cama!!!).
La verdad es que hemos resistido mejor de lo que esperaba, y aunque sólo fuera por este día, la visita ya habría merecido la pena con creces.
Oyasumi nasai.

martes, 26 de mayo de 2009

VIAJE A JAPON

Madrid, 17 Mayo 2009, 10:20.

El avión de Finnair despega rumbo a Helsinki con 10 minutos de retraso. Las 3 horas y media de vuelo dan para un poco de lectura, probar el catering (un estupendo pollo con arroz y zanahoria salteada) y echar una cabezadita, que después del madrugón (en pie desde las 6 de la mañana) nos iba haciendo falta.

Desde el aire la costa de Helsinki es muy irregular y está toda salpicada de pequeñas islas. Mires donde mires hay cientos de árboles, todo es verde.

Adelanto una hora el reloj.
Por primera vez desde que salimos de Madrid empezamos a ver gente con mascarillas (olvidamos las nuestras en casa) claro que casi todos los que las llevan son asiáticos así que uno no sabe si es por miedo a la pandemia de gripe porcina o por ser primavera (más de 20 millones de japoneses padece alergias primaverales).

Helsinki, 17,20. Embarcamos hacia Osaka. El vuelo, de 9 horas y cuarto de duración, cruzará el espacio aéreo de Rusia, Mongolia y China. Empiezo a sentirme fuera de lugar, rodeada de ojos rasgados y sin entender ni una sola una palabra.

Nos han entregado un cuestionario para declarar si hemos viajado a México, USA o Canada en los últimos 10 días o si hemos entrado en contacto con alguien que lo haya hecho, y si tenemos síntomas gripales, tos, fiebre, ... Al menos da cierta tranquilidad comprobar que las autoridades sanitarias se lo están tomando en serio.
Rellenamos otros 2 formularios para el departamento de inmigración.

Ya hemos terminado de cenar y las azafatas nos piden que bajemos las ventanillas. Fuera hace un sol radiante, supongo que será para ir aclimatándonos al nuevo horario: en Japón están en plena madrugada.

Estoy cansada pero no tengo sueño.

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No he pegado ojo en toda la noche. Me escuecen los ojos y el vuelo se me ha hecho eterno. La película era malísima y no tengo a mano ni libros ni revistas. Hace un rato nos sirvieron el desayuno: zumo de naranja, tortilla francesa (buenísima) con zanahoria y puré de patata, yogur de arándanos y pan con mantequilla. Como cabía esperar, el café estaba medio aguado (café americano).
El japonés que se sienta a mi derecha ha dormido medio vuelo de un tirón (qué envidia) así que ni me he atrevido a despertarle para ir al cuarto de baño.
Por fin llegamos. Son las 8:19 am (ya he cambiado la hora del reloj) y estamos a unos 20 minutos del aeropuerto. Empezamos a descender.

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Hace aproximadamente 19 horas que salimos por la puerta de casa. En todo este tiempo sólo he conseguido dormir durante 1 hora (Germán unas 3 o 4) así que hoy haremos un esfuerzo sobrehumano para resistir en pie el resto del día.

Antes de recoger el equipaje pasamos el control sanitario donde entregamos el formulario que nos dieron al subir al avión y comprueban nuestra temperatura corporal a través de unas cámaras de infrarrojos. Ahora toca el control de inmigración, donde nos estampan el visado y registran nuestras huellas dactilares digitalmente, al tiempo que nos hacen una fotografía.
Recogemos las maletas y por último pasamos el control de aduanas donde una señorita nos pide que abramos las maletas para realizar un breve registro al tiempo que nos pregunta si llevamos drogas o armas, mostrándonos unas fotografías de diversos artículos prohibidos.

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Salimos al hall del aeropuerto y nos encontramos con la otra pareja que viaja por la agencia, dos amigos de Valladolid de entre 45 y 55 años. Enseguida aparece Mineko, nuestra guía en los 2 próxios días. Habla bastante bien español porque estuvo algunos años estudiando en Madrid; es muy risueña.
Salimos a la parada del bus, nos identifican el equipaje con una etiqueta y nos entregan el resguardo; da la sensación de que no dejan nada al azar y cuidan hasta el más mínimo detalle.
Todavía nos espera un viaje en autobús de 2 horas y media desde Osaka hasta Kyoto, que se hace tremendamente pesado (con lo que llevamos acumulado) porque no supera los 50km/h en autopista, además de pillar atasco en la entrada a al ciudad.

Por fin llegamos al hotel soñando con subir a la habitación a dejar el equipaje y darnos una ducha rápida antes de comenzar la visita pero aquí el check-in nunca se hace antes de las 2 de la tarde, así que guardan nuestras maletas y nos preparamos para comienzar el tour por la ciudad.

sábado, 16 de mayo de 2009

A PETICION POPULAR...

Ea, ya tenéis aquí la foto que pedísteis. Ya podéis dar rienda suelta al cotilleo, que es deporte nacional, je, je.

PD.- "Mensaje del novio" : el que se ría más de la cuenta, será perseguido....

jueves, 14 de mayo de 2009

BLANCA Y RADIANTE

Bueno, quizás lo de radiante, porque de blanco no.
De malva y de corto.
Y no diré que es el día más feliz de mi vida porque mentiría. Uno muy especial, sí, pero no el más feliz. Ése fue el día en que comenzó mi noviazgo con Germán. Al fin y al cabo, hoy no va a cambiar mi vida; porque yo ya me casé el día en que comenzamos a compartir techo, hace ya 4 años. Un compromiso moral y voluntario, sin papeles pero en firme. Apostando fuerte.

Una boda sencilla y poco típica. Qué bonitas son las bodas tradicionales, cierto. Pero a mí hoy me sobra todo eso, el ramo, la tarta nupcial, el vestido blanco y los cientos de invitados. Es un día que quiero compartir con mi gente más cercana, sentirme en familia, no tener que estresarme ni morirme de los nervios, y no tener que posar interminablemente para el fotógrafo (lo confieso, es la razón de más peso para alguien tan poco fotogénico como yo, ja, ja). Bueno, quizás ante la insistencia popular colguemos alguna foto por aquí. No prometo nada.

Sólo 2 ausencias atenuarán mi sonrisa. Pero no la borrarán del todo porque sé que en cierto modo estarán a mi lado. Mi querida yaya Felisa y mi amiga del alma (Almudena, te fuiste demasiado pronto).


Las Clarisas hoy se han quedado sin huevos, pero confiaremos en la buena suerte mientras miramos al cielo. Sólo veo nubes blancas, es un buen comienzo.

Germán, ponte guapo. Nos vemos a las 17.30.

domingo, 10 de mayo de 2009

CINE, PAPEL Y TIJERA


Mi dormitorio. Mi reino privado donde dar rienda suelta a mis instintos más mitómanos, cinematográficamente hablando. Durante muchísimos años, una de mis formas favoritas de pasar parte de mi tiempo libre.


Siempre he sido capaz de entretenerme con casi cualquier cosa, y así, me bastaban unos folios en blanco, unas tijeras y los recortes de las revistas para entretener mis horas muertas.


Al principio me limitaba a las carátulas en blanco y negro del periódico del domingo. Grandes, pequeñas, de cualquier género y nacionalidad. Recogidas en carpetas.


Pero con los años la afición se fue perfilando y las carátulas "pobres" acabaron en la papelera, sustituidas por otras más vistosas y coloridas. Revistas, catálogos del videoclub (que en paz descanse; los sábados por la mañana se convertían en una aventura a la caza y captura del último y preciado estreno), Teleindiscreta, Fotogramas, TP,... todo valía. Era feliz con las tijeras en la mano, recortando papeles una tarde de domingo cualquiera. Pero ¿por qué tenerlas sueltas? ¿no quedarían mejor pegadas y organizadas en folios? así sería más fácil disfrutar de ellas más tarde.

Y aún mejor si se guardaban en las fundas de plástico para protegerlas y no tener que hacer agujeros. Y fue creciendo el número.


Cuando me quise dar cuenta, tenía una considerable colección de carátulas de todas las épocas y géneros cinematográficos. Grandes, pequeñas.; sin ceñirse a ningún orden concreto.















Y ya no me bastó con recortar carátulas. Aquello era imparable. Crearía otra colección en paralelo porque era una lástima no conservar esas fotos tan buenas. El posado de Greta Garbo, la curiosa instantánea de Marilyn, la foto de estudio de Charlton Heston ...

















La primera parte dedicada al cine clásico y la segunda mitad al contemporáneo. Cómo no, con una pequeña sección dedicada al cine pátrio; mejor dicho, a sus actores y actrices.





Da igual si son buenos o malos; todos merecen un hueco. Incluso si ya han pasado de moda o se han retirado.



Han pasado... uf... no sabría decir. Tantos años después y todavía hoy, cada vez que una revista cae en mis manos, sigo arrancando esas fotos que merecen un hueco en mi colección.