Aprovechando la exposición que este verano nos ofrece el Museo Thyssen en Madrid, me apetece profundizar en el que seguramente sea su cuadro más conocido: el de la Gran Vía madrileña. Lienzo que tardó 5 veranos en finalizar, buscando siempre la misma luz del amanecer desde 1975 a 1980.
Llegaba en metro desde Plaza de Castilla (vivía en una colonia de casas cercana) y se bajaba en Banco de España; entraba en la sucursal del Banco de Vizcaya a recoger el caballete y las pinturas que le guardaban los vigilantes e instalaba su base de operaciones en la isleta del paso peatonal que separa Alcalá de Gran Vía.
Al preguntarle por qué eligio esa calle y no otra, el artista responde: "la Gran Vía está en la memoria de mis primeros años en Madrid, cuando estudiaba en la Escuela de Bellas Artes junto a la Puerta del Sol. En Gran Vía tenía la pensión y era un lugar muy atrayente. La idea surgió un amanecer de domingo paseando. En esa primera hora del día, vacía y sin coches, era verdaderamente impresionante. Quise expresar en la pintura ese aspecto fantasmal que puede tener el mundo en que vivimos".
Confiesa que le costaba mucho madrugar, pero no pereza, sino por miedo a llegar y no poder hacerlo. "Sabía que con suerte, podía pintar poco más de un cuarto de hora. Notaba que a la gente le gustaba verme allí pintando. Alguna vez se acercó alguno en mal plan, pero no lo voy a contar".
Lo peor eran los "pesados", gente que se acercaba y le dificultaba el trabajo. "Hubo un verano en que en el momento en que yo estaba expectante para pillar el despertar del día, llegaba una pareja y hablaba de tonterías hasta que se hartaban. Fue una pesadilla. Percibía su llegada. En cuanto notaba que me tocaban el hombro, me ponía en lo peor. Supongo que ellos no se daban cuenta, pero a mí me arruinaron aquellos meses.
Precisamente lo que caracteriza a sus escenas callejeras es la ausencia de transeúntes, a pesar de confesar que prefiere trabajar en la calle más que en el estudio: "Me gusta mucho la calle porque es maravilloso estar con la gente; me gusta ver gente". La auténtica razón por la que los excluye en sus pinturas es por pereza. Todo aquello que se mueve (nubes, coches, peatones...) necesita mucha atención, así que opta por dejarlo para el final y finalmente opta por dejarlos fuera.
Se demora tanto con los detalles de los edificios que para reflejar el movimiento tendría que basarse en una fotografía, algo que detesta. Nunca pinta nada a partir de una fotografía.
Si tenemos en cuenta que la calle está realmente vacía a esas horas de la mañana, tampoco resulta tan extraño.
"Cuando se está pintando una calle, lo que estás viendo es tan extraordinariamente impresionante que a mí, desde luego, me cuesta muchísimo trasladar una parte de aquello. Eso es lo que me hace tardar tanto. Yo no puedo resolver todo ese espectáculo con rapidez.
30 años después, misma calle, pocos cambios.
30 años después, misma calle, pocos cambios.
4 comentarios:
qué paciencia tuvo... al pintar la calle con una determinada luz, una determinada posición del sol, la tarea se extendió durante muchos días, como es lógico. además, la hora a la que se da esa posición del sol va variando a la largo del año. en verano tendría que madrugar mucho y no habría nadie en la calle, en invierno en cambio ya estaría la ciudad en marcha...
Madredelamorhermoso!! Que paciencia!! Desde luego asi tiene aún más mérito si cabe. Yo hubiera mandao el cuadro a paseo a la primera de cambio, jajajajja (y a los "pesados" también XDD)
Es un cuadro maravilloso.
Los artistas suelen ser muy temperamentales y con bastante poca paciencia cuando andan absorbidos por una obra. No creo que se estuviera calladito jajajaja
Este cuadro es alucinante! Puff, qué paciencia! Yo no creo que pudiera esperar tanto para terminar uno. Me pueden las ganas de verlo acabado jeje. Al contrario que él yo pinto a partir de fotos al menos hasta ahora lo que reduce el tiempo de ejecución. Y además me gusta más bien poco que me miren mientras tanto XDDD
Publicar un comentario