lunes, 8 de agosto de 2011

BAREMBOIM Y UN BOCATA DE CALAMARES

Finalmente la lluvia nos respetó. Que ya hubiera sido mala suerte que cayeran chuzos de punta un 1 de agosto en Madrid a las diez de la noche.


Media hora antes la Plaza Mayor ya estaba a reventar, que para eso los madrileños somos muy participativos: si algo es gratis, vamos de cabeza. Como las dos señoras que el año pasado , ocupando asiento, no pararon de "rajar" junto a mi madre durante toda la representación, aunque no tuvieran ni "pajolera" idea del nombre de la ópera que se retransmitía en la Plaza de Oriente. El caso es estar. Apoyo logístico que no falte.
Aunque prefiero pensar que somos mayoría absoluta los que vamos motivados.


Y heme allí, dándome un garbeo por la plaza para localizar un buen lugar desde el que disfrutar de la batuta de Daniel Baremboim. Como era de esperar, la zona habilitada para asientos (se habla de 3500 sillas) estaba completita, y con una interminable cola de paisanos a la entrada que ya no podrían optar ni de casualidad a una silla de tijera (entre las que, dicen, se encontraba Vargas Llosa) . A mí me da igual; hubiera tenido que ir 4 horas antes (que ya nos conocemos...) y ¡total!, de lo que se trata es de oir, más que de ver.


Los escalones en los soportales de la calle Toledo parecían un buen lugar, así que sólo faltaba sacar el bocata de calamares que acababa de comprar (aún caliente) y esperar con calma. Sólo 10 minutos. Pero el concierto comienza y la que parecía una buena base de operaciones resulta no serlo tanto: apenas llega el sonido y no para de pasar gente hablando. En fin, terminada la pitanza, habrá que cambiar de posición y tratar de entremezclarse con la afición que ocupa la plaza tras las vallas, en pie, que no serán más de 4o minutos...


Consigo avanzar más de lo esperado y ooohhh, aquí SÍ que se escucha bien. Contra todo pronóstico, resulta sorprendente comprobar que la acústica es IMPRESIONANTE, a pesar de tratarse de una plaza (quizás por no ser abierta el sonido se concentre mejor).


La quinta de Beethoven avanza por los tímpanos con una fuerza increíble. ¡Dios! Cómo suena...

Comienza a chispear y todos temblamos... sería una pena tener que salir corriendo (¿por qué no habré traído paraguas? ¿quién se lo iba a imaginar?), pero esperamos con paciencia por si fuese pasajero. Ufff, no más de 3 minutos de finas gotas que apenas consiguen empaparnos. Ya pasó.


La WEDO (West-Eastern Divan Orchestra) y su multiculturalidad (107 músicos israelíes, árabes y españoles) finaliza el repertorio (Mahler y Beethoven) dando un ejemplo de convivencia interracial, pero el público demanda más. El maestro sale de nuevo y nos regala un bis.


Seguramente sea infinitamente mejor asistir a un auditorio, pero escuchar a uno de los mejores directores del mundo en plena Plaza Mayor ha sido, en cierto modo, un auténtico lujo.



El año que viene, repito.


Fotografías: lainformacion.com, elmundo.net

1 comentario:

Geno dijo...

Lo "malo" de estos eventos gratuitos es que se acerca allí todo el mundo dificultando a los que sí van a ver el espectáculo. Aquí pasa y fastidia un montón y eso que esta ciudad es mucho más pequeña. No me lo imagino a nivel de Madrid...