domingo, 5 de julio de 2009

TOKYO (3)

Sábado, 23 Mayo.

Hoy hemos quedado con J., un amigo de un amigo de Germán. Casado con una japonesa y residente en las afueras de Tokyo desde hace unos 3 años, se ha ofrecido a hacernos de cicerone con la excusa de organizar una ruta fotográfico-estilográfica a la que no he tenido más remedio que incorporarme :)
Da la casualidad de que le encantan la fotografía y las plumas, así que los dos están encantados de poder dar rienda suelta a su afición en una mañana puramente consumista.
Cogemos el metro para ir a su encuentro.
Me gusta esta foto porque refleja todos los tópicos del metro tokiota: el que duerme, el que juega con su móvil o ve la tele, el que lee, el "enmascarado" (o mejor debería decir "enmascarillado", si existiera la palabra) ... y porque es una prueba más del bombardeo publicitario al que se enfrentan todos los días los japoneses.

Más ejemplos en la siguiente foto. Cualquier hueco es perfecto para plantar una valla publicitaria o un cartel.


Una vez ubicada nuestra ruta:

nos mezclamos en silencio con el resto de pasajeros. Curioso. Frente a mis ojos un anuncio de Limon&Nada (from Spain, como reza el letrero).

claro que no será el único exponente ibérico que veremos, pues al salir del metro nos enteramos de que en Tokyo se puede comer paella:

¿Su calidad? ni idea; de momento prefiero limitarme a experimentar con la gastronomía nipona.
Presiento que se me va a hacer un pelín larga la mañana pero me alegro de que aproveche el viaje para comprar cosas que le gustan por un precio mucho menor y otras que no podría conseguir en España (sé la ilusión que le hacía esta parte del viaje).
Por fin conocemos a J. que ya nos tiene preparada la 1ª visita: una tiendecita de un vendedor de plumas y bolígrafos (además de ejemplares descatalogados y antiguos). Entro al edificio porque vamos acompañados y Japón es un referente en seguridad, pero a cualquiera le echaría atrás el asomarse al portal y encontrarse un ascensor de antes de la guerra y unos pasillos como éstos:

Es un edificio de apartamentos pero no parece que viva nadie, más bien tienen pinta de locales alquilados como oficinas, talleres de artesanos y artistas y alguna que otra tienda que no lo parece. La verdad es que es un poco siniestro, oscuro, deteriorado y lleno de estrechísimos pasillos.
La tienda es diminuta, llena de vitrinas (las pocas que caben) con cientos de plumas y cajas. Hace mucho calor. Dentro, el dueño y los 3 clientes que abarrotan (literalmente) el local, nos miran con cara extraña. La típica tienda que jamás descubrirías por tí solo, a menos que alguien te guíe. Es un caos perfectamente organizado porque es capaz de encontrar en segundos cualquier ejemplar que le pidas. Menos mal que el dueño habla inglés (porque el japonés de J. es muy limitado).
Los precios son más bajos que otros distribuidores "free-lance" que operan por Internet. Compramos una pluma Pilot que sólo se comercializa en Japón y preguntamos por otra que le interesa a Germán. No la tiene, pero puede conseguírnosla; el problema es que mañana es nuestro último día, pero el hombre se ofrece a tenerla mañana mismo en la tienda. ¿En domingo? Quedamos en regresar de nuevo al día siguiente.

Cambio de tercio. Ahora es el turno de las cámaras fotográficas. Mejor dicho, de los objetivos para la cámara que compramos hace unos meses. J. nos lleva a una de las áreas donde se venden los últimos (y no tan recientes) aparatos tecnológicos, parecido a Akihabara (el barrio más popular para comprar todo tipo de "gadgets" electrónicos).
Para no variar, a cada paso te tropiezas con carteles y neones que reclaman la atención (la nuestra no, claro, cualquiera entiende lo que está escrito).

Y me doy de bruces con un rincón que merece ser inmortalizado. En Japón abundan las "vending machines" donde puedes comprar casi cualquier cosa. Yo sólo he visto máquinas de bebidas (y una de corbatas en Kyoto, pero no pude sacarle foto) y poco más, pero hay algunas bastante curiosas. Esta es la típica de venta de merchandising de muñequitos, claro que mientras yo me encuentro con 2 ( a lo sumo 3) a la puerta del típico bar en España, lo que me encontré esta vez fue ésto:

Insisto, ésto sólo se ve en Japón : )


Bueno, tras visitar varias tiendas de la lista que trae J. nos decantamos por una muy mona donde venden material de 2ª mano. Ja!!! Nada que ver con la 2ª mano española. Nos cuenta que aquí a los ¡¡¡6 meses!!! es de lo más normal encontrar material usado a la venta, que ya se va quedando "medio" obsoleto. En perfectas condiciones, por supuesto, ¿qué tiempo le ha dado al anterior dueño de nuestro recién adquirido objetivo de usarlo? Ni un arañazo. Por supuesto con 1 año de garantía aún en vigor. Y casi a mitad de precio de lo que nos costaría en casa. Muy profesionales. Se lo han puesto a una cámara de la tienda para que pueda probarlo. Está libre de impuestos para los extranjeros, de modo que para impedir la picaresca y que algún visitante le haga el "favor" a un residente en la isla, te grapan el resguardo en el pasaporte, para entregarlo en Aduanas a la salida del país mostrando el artículo adquirido y asegurándose así que te lo llevas contigo.

J. nos lleva a comer tempura (exquisita) a un restaurante en la última planta de unos grandes almacenes (pertenece a la cadena Tunahachi). Nos piden que esperemos sentados en las sillas que hay delante de la puerta mientras preparan nuestra mesa. Como en la mayoría, pasas por delante de la cocina, abierta a una barra (a veces acristalada) para que veas constantemente trabajar a los cocineros. Les encanta porque así te demuestran que no tienen nada que esconder y que son muy profesionales. Es un restaurante tranquilo y la comida está estupenda. Pedimos sashimi, sopa y arroz. Muy bueno.


Siguiente visita obligada: el Museo Pilot. Sólo de interés para aficionados a la marca. Es muy pequeño pero está montado con mucho gusto. Frascos antiguos de tinta, todas las plumas desde la 1ª que se fabricó, plumines, videos explicativos del proceso de fabricación....

Y un curioso panel con granos de arroz sobre los que se ha escrito con ejemplares de la casa, orgulloso ejemplo de la perfección de trazo de sus plumines más finos (merece la pena ampliar la imagen).

Una pausa en la cafetería de la planta baja. Aquí son muy aficionados al café y al té (sobre todo té) a media mañana o media tarde (o a la hora que sea, me temo) y si es acompañado por un pastelillo, mejor que mejor. Es muy frecuente ver cola a la entrada de las cafeterías a la hora de la merienda. MUY frecuente. Tuvimos que descartar un par de sitios porque no nos apetecía esperar.


Y continuamos la marcha por Ginza. El barrio debe su nombre ("lugar de la plata") a la casa de la moneda que en 1962 ocupó estos terrenos. La entonces zona pantanosa comenzó a transformarse en una zona de comerciantes hasta que un incendio lo arrasó todo en 1872. (Al parecer el fuego siempre ha sido el punto débil de este país). Se empezó desde cero y fue un arquitecto inglés quien lo convirtió en lo que hoy es: una amplia zona comercial que se ha ido modernizando con los años y que acoge a alguno de los establecimientos más caros de Tokyo.
Siguiente parada: MARUZEN. Para amantes de la papelería. Uno de los comercios especializados donde aproveché para "perderme" por el lado opuesto de la planta de las plumas y dejarme fascinar por los papeles de carta, tarjetas de felicitación (un enoooorme y precioso surtido como no he visto en mi vida), sticks y otros artículos de papelería. Fue difícil elegir qué comprar; me lo hubiera llevado todo.


Y no podíamos irnos sin acercarnos en metro al famoso cruce de Shibuya, una de las intersecciones más famosas del mundo. Es el cruce donde pasan más peatones al día en todo el mundo (se dice que cerca de 1 millón al día), en cualquier dirección y con una habilidad innata para no tropezarse entre sí. Es como una verdadera colmena humana (el vídeo que grabamos es impresionante).

Me recuerda una curiosidad que leí sobre Shinjuku, la estación de metro más transitada de la ciudad: es tal la afluencia de pasajeros a lo largo del día que están barajando la posibilidad de aprovechar las pisadas para generar energía y satisfacer el consumo eléctrico de la estación. ¿Verdadero o falso? Por lo que a mí respecta, de ellos me creo ya cualquier cosa a estas alturas. Buena prueba del inmenso ajetreo es que tiene cerca de ¡¡60!! salidas.
En los alrededores del cruce hay un distrito comercial que es un referente entre los más jóvenes: una animada y moderna zona donde se dejan ver los más modernos, como las gyaru (con su característico bronceado artificial, perinados exagerados y sombra de ojos blanca) . Tiendas de ropa, de música, restaurantes, bares, clubs y hoteles del amor.

Pasamos por delante de la estatua de Hachiko, famosa por ser un punto de encuentro emblemático. Cuenta la historia que en los años 20 un profesor de la universidad tenía un perro de raza akita llamado Hachiko, que le acompañaba todas las mañanas hasta la estación de Shibuya e iba a esperarlo a la vuelta pero el profesor murió de un infarto en la universidad y nunca regresó a casa. Dicen que Hachiko acudió todos los días a esperarle hasta que falleció 10 años después. La historia conmovió tanto a los vecinos que decidieron colocar una pequeña estatua en honor al perro.

Nos despedimos ya de J. (pronto le veremos en Madrid, pues regresa a trabajar a la capital) y cenamos camino al hotel.
Olvidé comentar otro ejemplo más de lo detallistas que son los japoneses: en el hall principal del hotel, entre los ascensores, han colocado una mesita con un dispensador de alcohol para que nos desinfectemos bien las manos y reducir así la propagación de la gripe A (curioso teniendo en cuenta que los casos se contabilizan con los dedos de una mano, de momento; vamos, igualito que en España).
Ya en la habitación, un merecido descanso con un helado en la mano. He comprado el Hagen D. con sabor a té y un intenso color verde, por probar. Un sabor muy logrado, aunque no se encuentre entre mis favoritos.

6 comentarios:

Candela dijo...

Que gracia! Lo del perro me ha recordado a Canelo, un perro de Cadiz al que sucedio algo parecido. Ay el helado de te, es que a mi no me gusta el te...

BLAS dijo...

No sé ni por dónde empezar de la cantidad de información que nos has dejado... Menudo viaje! sí que lo has aprovechado bien. A mi me pasa un poco como a ti. Yo disfruto mas con el tema de cultura, tradiciones, etc... del comienzo de tu viaje. A mi tanto comercio y aglomeraciones como que no me atraen. Si las tengo que pasar, las paso, pero no me vuelven loca. Por muy famoso que sea ese cruce, que lo es, yo pasaría de ir allí, pudiera ser que me diera un soponcio con tanta peña a mi alrededor, puuuffff. Y menuda pinta chunga la del edificio de las plumas, como bien dices, es de ir porque vas con un conocido y entendido, en caso contrario, es para salir corriendo en sentido contrario :S Con lo que sí me habría vuelto loca es con las cajas para sacar premios. Yo me he aficionado a una que saca bolas y dentro tienen una caja pequeñita de metal lacado con un mini perrito dentro... Hale, otro punto para mi currículum friki, pero es que son una monada, jejeje... Haagen Dazs de té verde?? Yo no creo que lo pudiera cambiar por el de chocolate belga... ¿no?
Besos!
Y muchísimas gracias por estas crónicas tan detalladas de tu viaje que nos están haciendo disfrutar tanto. Personalmente me lo estoy pasando genial :D

Elphaba dijo...

Ay, es que ya disfruto de tus post con otra perspectiva :D
Lo más probable es que nos hospedemos en Shinjuku, si sale bien la cosa.

chema dijo...

los japoneses son increíbles, se quema un barrio entero en un incendio, y en unos pocos años (relativamente) vuelven a levantar uno nuevo.
lo de aprovechar las pisadas en esa estación de metro para generar energía eléctrica me ha dejado alucinado. son capaces!! lo que no inventen estos japoneses...

BLAS dijo...

Candela, es verdad, Canelo. El perrillo se quedó esperando en la puerta del Zamacola a que saliera su dueño, pero como murió allí, el Canelo se quedó también allí. La gente le llevaba comida y agua para cuidarlo, incluso salió en el Diario de Cádiz en varios reportajes y cuando murió. Para que luego digan que si los animales... Eso no lo hace ninguna persona. Pobre Canelo, cuantas pulgas tenía, pero qué majo...

Irukina dijo...

¡Vaya! Más de 3 años viviendo aquí y no sabía lo del Museo de Pilot. ¿Recuerdas dónde estaba?