Después de comer en el barrio de Asakusa, dejamos atrás el Tokyo más tradicional y nos sumergimos en la faceta más moderna de la urbe. Masa nos lleva hasta el distrito centro. Allí visitamos el edificio Sony, un centro de exposición donde se pueden ver (y probar) las novedades del gigante tecnológico, algunas de las cuales aún no han salido al mercado. Me parece una visita curiosa puesto que supone un claro ejemplo de cómo intentan "barrer para casa"; por supuesto no es un lugar que yo hubiera incluido en mi lista de imprescindibles (excepto que se diera el caso de "pasaba por aquí") de modo que lo interpreto como una forma de mostrar la grandeza de la industria nipona tratando de "enganchar" al visitante convenciéndole de la magnifica calidad de sus productos. De todas formas me gusta la idea. ¿Por qué no? Es indudable la importancia de Sony en el mundo empresarial. Quizás no fuera esa la intención. En realidad, me da lo mismo.
Paseamos hasta el Foro Internacional de Tokyo, un moderno centro de convenciones acristalado de forma lenticular construido por el uruguayo Rafael Viñoly. Su proyecto fue elegido entre más de 400 en lo que fue el 1º concurso de arquitectura internacional en Japón, en 1989.
Como ya he comentado en alguna ocasión, las vías del tren están pegadas a los edificios, tal y como se aprecia en la foto.

El interior del foro es luminoso y su sistema de viguería asemeja un enorme esqueleto. Me siento como Jonás en el interior de la ballena.

Masa ha llamado al hotel y le han confirmado que acaba de llegar nuestro equipaje, así que ya podemos respirar tranquilos. Y aquí termina nuestra visita guiada: ha sido un placer contar con un cicerone tan profesional y agradable.
Más pantallas. Les encantan, y cuanto más grandes, mejor. Al fin y al cabo estamos en el país del consumismo por excelencia. Cualquier lugar y sistema es perfecto para anunciar lo que sea. Todo vale.






La madre patria también ha encontrado un huequito en las calles de Ginza (y en las de 3 o 4 más, porque en total me "topé" con 4 tiendas Zara a lo largo de nuestras visitas por Tokyo). Don Amancio apunta alto, a la vista de este impresionante edificio enterito para él. No deja de resultar curioso.



Algo que me llama enormemente la atención es que en Tokyo hay vida bajo tierra y en las alturas. Acostumbrada a restaurantes y comercios "a pie de calle", se me hace raro ver una oferta tan exageradamente extensa (proporcional al nº de habitantes, claro está) de tiendas que ni siquiera se ven. Están en las plantas altas de los edificios (de ahí la profusión de carteles y neones avisando que en la 3º planta hay un café y en la 7º una peluquería canina) y en los bajos de las enormes estaciones de tren.
Opino que es una ciudad muy cómoda para vivir (no desde el punto de vista sociológico; por supuesto, eso es otro cantar) sino desde el punto de vista de servicios al ciudadano: hay baños públicos por todas partes (y limpios), incluso en algunas tiendas y estaciones de metro. Hay máquinas dispensadoras de bebidas frías (y calientes) casi en cada esquina, lo que significa que tienes la hidratación asegurada a cualquier hora del día o de la noche. Hay taquillas para equipajes o bolsas en todas las estaciones de metro (no sólo en las de tren), a veces cientos de ellas, dependiendo de la importancia de la estación y sus dimensiones. Un lujo para "abandonar" las compras o los bultos que incordian mientras paseas o terminas tus gestiones. Cuando llueve aparecen como por arte de magia expositores de venta de paraguas en casi todos los comercios, así como "taquillas" para dejar tu paraguas mientras paseas por el centro comercial o subes a trabajar a la oficina con un bulto menos.