Todo comenzó cuando el embajador de Brasil le regala a Pedro (por aquel entonces en su època en el Ritz) allá por 1917, una botella de Paratay (aguardiente de caña). Aquel regalo desembocaría años después en lo que se conoció como Museo Universal de Bebidas.

Muchos le echaron el ojo e intentaron conseguir una botella de recuerdo. Pero la respuesta era siempre la misma. Hasta el mismísimo Onassis intenta (infructuosamente) comprar la colección y en 1953 recibe la oferta de un millonario estadounidense que deseaba adquirirla por 2 millones de dólares.
Escribió Fleming en su álbum de autógrafos: "Felicito a Pedro Chicote por tener el Museo más interesante del mudo. Me dice que tiene 242 clases de wishky diferentes; ahora sólo tiene 241 porque ha tenido la amabilidad de regalarme una. Muy agradecido. Dr. Fleming".
Frank Sinatra, Gary Cooper, Cantinflas, familias reales y numerosos intelectuales se dan cita cada noche en el local.


Sería asidua durante los años que residió en Madrid (entre 1954 y 1968).
Clientes que se gana por desempeñar su profesión con auténtica devoción. "Lo más importante para ser un buen barman es la simpatía, pero la auténtica, no la fingida. Y estar siempre al día de los acontecimientos del país, poder seguir una conversación de actualidad con el cliente, saber quién torea mañana, dónde será el próximo partido, qué atracción destacada hay en un tablao. Después, el dominio de las combinaciones de bebidas ya es secundario. Más vale ser así, aunque se conozcan sólo 10 fórmulas, que ser antipático y no tener don de gentes aunque se conozcan diezmil."
Así se metió a su clientela en el bolsillo.

Los combinados especiales costaban 5 pesetas (0,03€) y los corrientes, 3 pesetas.



Sus sobrinos vendieron el Museo a Rumasa en octubre de 1979 por unos 15 mill de pesetas, tras intentar sin éxito que se hicieran cargo de él las instituciones públicas con el fin de protegerlo. Ni el Ayuntamiento ni la Dirección General de Bellas Artes quisieron tomar el relevo.
El Museo pasó por las Torres de Jerez (Pza. de Colón) y tras la expropiación de Rumasa fue a parar a manos de un particular (por entonces la colección se había reducido considerablemente), que en 1984 lo compró por 40 mill. de pesetas. Cifra que le sirvió a Jose Manuel Triana Souto para acariciar un sueño: construir un complejo hotelero con un lujoso restaurante decorado con la "colección Chicote". Sueño que sigue sin cumplir.
Hoy, aquel recipiente para beber que Armstrong llevó consigo en el Apolo XI o la botella del zar de todas las Rusias, tras descansar junto con el resto de ejemplares en 3 contenedores de varias toneladas en una nave industrial junto a Las Rozas, ha ido a parar a manos de Arturo Fernandez, empresario hostelero y nieto del fundador del renombrado restaurante madrileño "Arturo".

Es de agradecer que su decoración art-deco se haya mantenido intacta hasta nuestros días, gracias a las ordenanzas municipales que lo protegen.
Así, en el año 2004 recibió el premio MTV al "Mejor Bar Europeo".
Sus paredes siguen tapizadas con retratos de artistas y escritores, quizás no tan glamourosos como los de antaño, pero que le siguen manteniendo en pie. Hoy, casi 80 años después, el Bar Chicote sigue vivo.
Como dijo Miguel Mihura: "Yo había decidido nacer en Madrid porque era lo que me cogía más cerca del Bar Chicote".
2 comentarios:
Totalmente de acuerdo con su filosofía de trabajo. Si se tienen don de gentes ya tienes un gran paso dado para que te funcione el negocio. Esperemos que siga adelante porque, después de leer tus posts, me queda calro que el sitio lo merece
por lo que cuentas, a partir de 1977, con la muerte del dueño, no volvió a ser lo mismo. aunque parece que ha conservado parte del encanto que tenía.
y qué razón tenía ese hombre en que había que ser simpático. es un don imprescindible para un negocio así.
iban famosos de primera línea, la de conversaciones que habran tenido allí, si las paredes pudieran oír...
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